martes, 25 de noviembre de 2008

Tomás Vidal Bendito: La Cartografía de Menorca en el siglo XVIII

Texto publicado en 2006 en el vol. 18 de la Historia de las Baleares del diario El Mundo. Pág.54-63

La isla de Menorca merece un espacio en la historia de la cartografía por dos razones. La más aparente radica en la increíble cifra de mapas que se editaron sobre toda ella o alguna de sus áreas en el siglo XVIII. La segunda, aunque menos obvia, es más importante. Buena parte de los numerosos mapas impresos citados se basaron, aunque de forma simplificada no siempre correcta, en dos excelentes levantamientos topográficos, raros en la época. Ambos factores permiten afirmar que Menorca fue, en el XVIII, uno de los territorios de Europa más y mejor cartografiados.

El levantamiento de mapas propiamente dichos, entendidos como imágenes fieles de territorios vistos desde el cielo con perspectiva vertical y a una escala definida, es un asunto que comenzó prácticamente en el siglo XVIII. Precedentes teóricos y ensayos hubo muchos, incluso remotos, pero poco más y los mapas exactos de territorios concretos fueron una rareza. Menorca no fue una excepción en las fases iniciales del desarrollo de la cartografía. Tenemos imágenes de la isla en algunos documentos manuscritos del alto medioevo, igual se puede decir en lo que toca a la época gloriosa de las cartas portulanas italianas, mallorquinas y musulmanas de la baja edad media pero dichas figuras son minúsculas e imprecisas, cuando no fantásticas, en cuanto a las formas y contenidos. Tampoco se ganó gran cosa en los primeros tiempos del Renacimiento. Menorca, como isla, gozó del privilegio de ser dibujada grabada e impresa muchas veces en los siglos XVI y XVII en el contexto de la moda de los “islarios” pero, fuese quien fuese el editor de estos repertorios, prácticamente siempre la imagen era la misma. Aunque la dimensión de ésta era notable, unos 20 cm de N a S, la precisión, tanto la forma como el contenido, eran casi puro fruto de la imaginación.

A finales del siglo XVI la cartografía holandesa, en plena expansión hegemónica, dibujó en sus mapas generales una Menorca de formas sencillas pero claramente inspiradas en la realidad. Eso quiere decir que alguien, a finales del siglo XVI, se tomó la molestia de tomar algunas medidas y buscar ciertas informaciones “in situ”. El modelo holandés de la isla de Menorca fue mil veces repetido en multitud de ediciones de atlas y similares durante dos siglos (XVI y XVII), de forma que los lectores interesados en saber como era la isla pudieron informarse con cierta eficiencia a pesar de la muy modesta escala (1:600.000). En esta época, al parecer, el polifacético humanista mallorquín Binimelis levantó un mapa de Menorca original pero, de momento, el tema está poco claro. A finales del XVII Menorca despertó el interés de los franceses y éstos levantaron, expresamente, diferentes mapas de la isla pero de muy pobre calidad geográfica a despecho de la fama de alguno de sus autores. En resumen, cuando comenzó el siglo XVIII Menorca sólo contaba con una cartografía mínima de cierta precisión: la pequeña pero aceptable imagen cartográfica holandesa, repetidamente editada, la dudosa y nunca impresa imagen derivada del posible mapa de Binimelis, de modesta calidad, y las groseras aunque a veces artísticas imágenes francesas también inéditas. Aunque parezca hoy sorprendente, a bordo de los navíos europeos enfrentados en el Mediterráneo con motivo de la Guerra de Sucesión no había más mapas de Menorca que los inspirados en el citado modelo holandés en los cuales la isla tiene una longitud de unos 10 cm.

La citada guerra, que implicó el paso de Menorca a manos inglesas, generó mucha literatura y mucha cartografía de consumo y en este contexto se imprimieron algunos mapas de Menorca que no aportaren nada nuevo pues se basaron, casi exclusivamente, en el modelo holandés a excepción de un mapa editado algo más tarde, también en Holanda pero a partir de nuevas bases. La casa Van Keulen publicó el primer gran mapa impreso de Menorca en una hoja propia e independiente. Este mapa, muy imponente, a primera vista, aportó grandes novedades pero también muchos disparates. En cuanto al contorno, parece que se inspiró en los manuscritos de posible filiación binimeliana que se caracterizan por un notable detalle, aunque que exagerado, en la costa norte y unos grandes errores en la costa SE: el puerto de Mahón se abre prácticamente al Sur y la isla del Aire aparece muy desplazada al SW.
En los primeros años de la presencia inglesa se llevó a cabo un estudio de la isla, a cargo de un funcionario, H. Neal. Se conserva la parte estadística de este informe pero no la presunta parte cartográfica. No obstante, en los archivos británicos se conservan tres mapas manuscritos de Menorca, muy semejantes, de gran escala y gran calidad que indican, sin lugar a dudas, que responden a un levantamiento cartográfico en toda regla (1:25.000 aprox.) que nada tiene que ver con los esbozos precedentes. Sólo uno de estos mapas está datado, como copia hecha en 1722. Esto y otros indicios permiten sospechar que los británicos levantaron, hacia 1713 el primer mapa “exacto” de la isla de Menorca. Por comodidad le designaremos, a partir de ahora, como “el mapa de Neal. En éste, a juzgar por las citadas copias, el contorno y la ubicación de los accidentes geográficos es muy correcta y la toponímia muy abundante y transcrita con cierta dignidad. La escala es gráfica, en pies y millas inglesas. Aparecen casi todas las alquerías y los principales accidentes costeros están bastante bien representados y ubicados. Incluso se aprecia con claridad lo que son playas o acantilados. El relieve y los usos del suelo están representados de forma menos precisa y con métodos gráficos arcaicos. Las montañas están dibujadas “de perfil”, los bosques son grupos de arbolitos, también en perfil, y unas líneas paralelas, que evocan los surcos del arado, representan los cultivos. Sorprendentemente, aparecen muy pocos caminos pero es posible que no se trate de un error sino de una realidad. A principios del siglo XVIII no había ningún camino carretero ni ningún carruaje en la isla. Los ingleses construyeron la primera carretera y se conserva un mapa manuscrito del trazado de ésta, datado 1714-1715. Al parecer, se trata de un simple detalle ilustrativo extraído del mapa global que nos ocupa, no de un mapa técnico específico. El mapa de Neal aparece en todas las copias orientado con el N (magnético) mirando a las 11 h, de modo que la isla “parece inclinada” hacia el SW. Hasta avanzado el siglo XIX la orientación del mapa en el papel era a gusto del autor y en razón del coste del papel y de la plancha. La rosa de los vientos era la que daba la información fidedigna. En el siglo XVIII encontramos mapas de Menorca, impresos y manuscritos, orientados de diferentes maneras. Por ejemplo, los dos grandes mapas impresos en 1780, de los que se tratará más adelante, están orientados de forma totalmente contraria.

El precoz y preciso mapa de Neal no fue nunca impreso a la medida del original, pero si en forma reducida (1:150.000, en general) y simplificada. En este formato el mapa de la isla tuvo un éxito editorial sin precedentes de forma que se puede decir que hasta casi el siglo XX la imagen de Menorca que llegó al gran público en forma impresa fue ésta, la levantada por los británicos a principios del XVIII. Curiosamente, el copista que dibujó la reducción, que acabaría en plancha y en impreso, se equivocó en dos cosas importantes. En primer lugar, deformó el extremo NW de manera que la isla acaba, al N de Ciutadella, en un cabo exageradamente puntiagudo. En segundo lugar, a causa seguramente de un error en alguno de los originales manuscritos, cambió el sentido del río de Algendar haciéndolo nacer cerca de Cala Galdana y desembocar, al N, en los Alocs. Muy significativo es que casi ninguno de los múltiples editores de este mapa nunca corrigieron estos vistosos errores. Esto es un dato a no olvidar cuando se estudian viejos mapas impresos, generalmente muy poco rigurosos.

El responsable de la primera edición reducida del mapa de Neal, en 1746, fue C. Lempriere, ingeniero militar británico que trabajó un tiempo en la isla. El impreso, muy pulcro, sugerente y didáctico, constaba de un a gran hoja (44 x 54 cm) en la cual el mapa de la isla iba acompañado de cuatro viñetas: un mapa, que representaba la situación de Menorca en la Europa occidental, un plano del puerto de Mahón, muy detallado, y dos vistas panorámicas del puerto de Mahón y del castillo de St. Felip. Aquí hemos de indicar que la cartografía del puerto mahonés y de la citada fortaleza despertó tanto o más interés que la del conjunto insular. El mapa de Lempriere apareció, simplificado, ligeramente, ya en la primera edición (1752) de la Historia de Menorca de John Armstrong, ingeniero coetáneo de Lempriere que también trabajó unos años en Menorca. Este libro tuvo un notable éxito y se reeditó en distintas lenguas hasta a finales del siglo XVIII. Por esta vía muchos creyeron que el autor del primer buen diseño cartográfico de Menorca fue dicho personaje. Incluso unos editores le endosaron la autoría de una nueva versión del mapa de Lempriere publicada a fines del XVIII. La realidad es muy diferente, como hemos visto. Armstrong era un buen cartógrafo y dibujante pero nunca levantó un mapa de Menorca. La base de los mapas que se han considerado como “modelo Armstrong” fue, como hemos dicho, de paternidad inglesa en los primeros años de la presencia británica en Menorca. No obstante, existen ciertas dudas sobre esta paternidad. El hecho de que parte de la muy abundante y acertada toponímia sea castellana y/o catalana dio lugar a que los propios ingleses en algunos catálogos lo definieran como “spaniard”.

A pesar de la gran calidad geográfica del mapa que hemos estudiado, la administración británica creyó oportuno hacer un nuevo levantamiento de la isla a cargo del ingeniero jefe John Hargrave en 1733. De este levantamiento conocemos principalmente copias francesas y por esto muchos creyeron que los magníficos manuscritos, a escalas próximas a 1:35.000, e impresos, a escala 1:63.000, eran mérito galo, comenzando por los propios británicos. En 1756 Menorca fue conquistada por Francia y los nuevos amos, preocupados por la defensa de la isla, copiaron docenas de veces el mapa de Hargrave dibujando encima de él proyectos de caminos y fortificaciones. Al recuperar la isla, en 1763, los británicos encontraron estos materiales que creyeron esencialmente franceses y, además, uno de los principales actualizadores de esta cartografía fue también un francés, ahora al servicio de Inglaterra, T. Cournut, el diseñador del pueblo de St. Lluís, en Menorca, y, parece, de la ciudad marroquí atlántica de Essaouira (antigua Mogador). El diseño de Hargrave mejoró el precedente pero más en la forma que en el fondo. En detalle es superior pero, en cambio, tiene un error importante y poco comprensible: la costa sur de la isla aparece menos curvada que en la realidad. A pesar de ello, estamos en presencia de un mapa ya muy moderno en el cual aunque no aparecen todavía las curvas de nivel si hay sombreados y grafismos que intentan representar dignamente el relieve y los usos del suelo en contraste con los antiguos dibujitos infantiles en visión de silueta que se usaron previamente. Las versiones manuscritas más logradas del mapa de Hargrave son las firmadas por el citado Cournut, de fecha próxima a 1765, conservadas en la British Library de Londres. En los archivos parisinos se encuentran también algunas copias, entre ellas las que confirman explícitamente la paternidad de Hargrave.

El magnífico diseño de este ingeniero inglés, quizás el mejor mapa, en la época, de tierras hispánicas de carácter similar, no llegó a la imprenta hasta medio siglo después de su levantamiento. En 1780 dos editores privados publicaron en Londres dos excelentes versiones, a escala 1:63.000, aproximadamente. La versión firmada por La Rochette y grabada y editada por Faden es muy pulcra y moderna pero contiene grandes errores, por exceso. Se inspiró, manifiestamente, en copias francesas llenas de proyectos que nunca fueron realidad, entre ellos el dibujo de un imponente camino periférico identificado por algunos como el “camí de cavalls”. La otra versión fue dibujada y editada por Assiotti, dibujante de l’administración británica en Menorca. Esta es más realista pero de factura técnicamente algo inferior. Es de destacar que en ambos casos se escogió la escala que seria poco después “oficial“ en Inglaterra para la edición de mapas topográficos de base (one inch to a mile). Respecto a estos dos mapas sorprenden dos hechos, uno estratégico y otro económico. El primero tiene que ver con la imprudente autorización oficial de su edición que ponía al alcance de cualquiera unos mapas detalladísimos de una isla de alto interés militar. El segundo se refiere a la arriesgada aventura editorial. Grabar e imprimir un mapa enorme (100 x 120 cm aprox.) era muy caro y las expectativas de vender tan gran imagen de una isla remota y, en aquella fecha, sin actualidad eran poco claras. Afortunadamente para los editores, un año más tarde Menorca volvió a ser noticia a causa de la conquista española aunque parece que los generales hispano-franceses no utilizaron dichos mapas sino otros más arcaicos. Con el tiempo, estos dos grandes mapas impresos tuvieron tanto éxito que se agotaron y algunos frustrados compradores optaron por encargar copias manuscritas de los mismos a pintores locales, incluso al famoso G. Chiesa.
Con la edición de estos mapas, basados en el levantamiento de 1733, se acaba la historia relevante de la cartografía menorquina del XVIII. Entre 1781 y 1792 los ingenieros españoles copiaron y actualizaron, en manuscrito, muchos mapas y en 1786 Tofiño dibujó la carta náutica de la isla y del puerto de Mahón. Sin embargo, todos estos trabajos se hicieron sobre la base del levantamiento de Hargrave sin adiciones ni correcciones relevantes.

El puerto de Mahón contó con mapas bastante exactos antes, incluso, que la isla en conjunto. A finales del siglo XVII ya había algunos manuscritos de calidad remarcable de factura francesa. Sin embargo, fueron también los ingleses los que levantaron los primeros mapas realmente precisos del puerto a gran escala. No sabemos con exactitud ni la fecha ni el nombre del responsable del primer gran mapa del puerto pero hacia 1720 circulaban ya manuscritos excelentes. Como en el caso del mapa de la isla, la difusión de la imagen cartográfica del puerto se centró en reducciones editadas con finalidades más divulgativas que náuticas o estratégicas. A destacar, por su originalidad, algunas versiones del mapa del puerto en imaginaria vista de pájaro.

En resumen, el interés de la cartografía menorquina del XVIII radica en dos elementos. El primero es la insólita abundancia y diversidad de ejemplares editados en todo tipo de publicaciones, lenguas y formatos. No obstante, ésto, que hace felices a los coleccionistas, no es, en si mismo, muy importante en el contexto de la cartografía pura pero si en el de la historia de la cultura. El segundo elemento, radica en el hecho excepcional de que un país tan pequeño contase en un siglo con dos auténticos levantamientos cartográficos de alto rigor técnico. Como hemos visto, las imágenes de estos levantamientos llegaron tarde y fragmentariamente al público en general que hubo de contentarse con imágenes imperfectas y a menudo groseras si el editor no tenía a mano modelos mejores. Por ejemplo, muchos de los mapas de Menorca editados con motivo de los hechos militares en que la isla estuvo involucrada (1756 y 1781, especialmente) se basaron en la chapucera imagen firmada por el francés N. Bellin en el año 1740. La razón del despropósito es clara: Bellin era un hombre famoso y su mapa de las Baleares, aunque muy deficiente, se editó con profusión en toda Europa. Más escandaloso todavía: un editor italiano publicó en 1781 un folletón sobre Menorca ilustrado con un mapa imaginario dibujado en el siglo XVI.

Se ha dicho que la geografía sirve para hacer la guerra pero la historia de los mapas de Menorca parece desmentir, en parte, el presunto axioma. En realidad, los generales se preocuparon poco por la cartografía mientras que el público culto adquirió con deleite toda clase de mapas, geografías e historias de Menorca editadas con descarado oportunismo cuando la isla era noticia. En este caso, la guerra potenció más el conocimiento geográfico del gran público que la producción y uso bélico de mapas. Desgraciadamente, por su carácter esencialmente periodístico, la calidad de la información cartográfica y literaria puesta en el mercado fue mediocre. Los refritos, los plagios más descarados y las improvisaciones fueron casi la norma. La citada abundancia y variedad de mapas generales y parciales de Menorca, especialmente editados en el siglo XVIII, despertó el interés de numerosos coleccionistas locales y foráneos de forma que contamos con un excelente repertorio de ejemplares, accesibles al público gracias a diferentes donaciones a instituciones locales. El primer recolector y estudioso de los antiguos mapas de Menorca fue J. Vidal y Mir, a principios del siglo XX, y el segundo, F. Hernández Sanz. La colección de este último y de su hijo Juan Hernández Mora, hoy en el museo municipal de Mahón, es muy destacable. Desgraciadamente, la práctica totalidad de los grandes mapas manuscritos está lejos de la isla, ubicada en las principales bibliotecas y archivos de las capitales de los estados que gobernaron la isla: Londres, París, Madrid.

La actividad cartográfica referente a Menorca no se reanudó de forma relevante hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando se levantaron, por iniciativa local, los mapas catastrales de todos los municipios, a cargo del geómetra mallorquín M. Sorá. A partir de estos trabajos a gran escala (1:2.500) un ilustre pedagogo ciudadelano, J. Benejam, con la colaboración de técnicos locales, se aventuró a confeccionar y editar un excelente mapa 1:44.000 de la isla que incluía los límites de las propiedades de más de 20 ha. A finales del siglo XIX comenzó la cartografía “oficial”. La marina levanto y editó buenos mapas hidrográficos y el ejército preparó excelentes mapas topográficos con curvas de nivel. Desgraciadamente, estos últimos mapas sólo fueron impresos a una escala muy modesta (1:100.000) ya entrado el siglo XX. Como hemos visto, Menorca fue una isla muy y muy bien cartografiada, sin parangón a escala balear e ibérica. Las iniciativas, no obstante, vinieron casi siempre de fuera de modo que no se puede hablar, a penas, de cartógrafos menorquines. Respecto al siglo XVIII, sólo sabemos de algunos copistas de mapas y algunos modestos dibujantes y grabadores autores de pequeños mapas y vistas de cierta originalidad.




Bibliografía
MASCARÓ PASARIUS, J. (1981): “Cartografia de Menorca” a MASCARÓ PASARIUS, J. (dir.): Geografía e Historia de Menorca (1978-). vol. II, pàg. 846-910.
VIDAL BENDITO, Tomàs (2002) “La imatge cartogràfica de l’Illa de Menorca. Des dels orígens al primer terç del segle XVIII” a Treballs de la Societat Catalana de Geografia 53-54, 2002, pp. 227-273. S’edità també una separata actualitzada la primavera del 2003.
VIDAL i MIR, Juan J. (1902): “Catálogo detallado de mapas y planos de Menorca”. Revista de Menorca. Any XIII (Cuarta Época) vol. I -1902. pp.93-96.